Jorge Enrique Schneider y los orígenes del Liceo de Aplicación
Los primeros esfuerzos para la creación del Liceo de Aplicación se deben al Dr. Jorge Schneider. El Dr. Schneider había sido contratado para dictar en el Instituto Pedagógico, recién fundado, las cátedras de Filosofía y Pedagogía.
Antes de venir a Chile se había distinguido en Europa por sus estudios científicos y filosóficos y gozaba de un bien ganado renombre en los principales centros culturales del Viejo Continente. Dotado de una inteligencia amplia y serena, sus estudios poseían la solidez y originalidad del verdadero investigador. Su erudición y al mismo tiempo, el intenso empleo del método experimental le daban el prestigio de un hombre de ciencia de verdad. Sus investigaciones acerca de la voluntad animal habían sido reconocidas en los círculos científicos como aportes originales y novedosos de la ciencia filosófica. Hombres eminentes de su época como Wundt, Ribot, Preyer, Haeckel, veían en sus obras un aporte decisivo en el progreso de la filosofía científica.
Entre el gran número de obras publicadas por Schneider, cabe destacar los que alcanzaron mayor difusión. Ellos son “La voluntad animal”, Leipzig 1880; “La voluntad humana”, Berlín 1882; y “Placer y dolor del género humano”, Stuttgart 1883.
En sus obras hizo un amplio empleo del método empírico de la filosofía. Desechaba todo aquello que constituye mera reflexión especulativa y trataba de construir por medio del estudio detenido de la realidad material, la base de las afirmaciones fundamentales del espíritu.
Con un completo conocimiento de la teoría de la evolución, aspira a establecer los grados del desarrollo psíquico mediante el empleo del método comparativo aplicado a la consideración de los fenómenos mentales de los seres inferiores y superiores. Le preocupó igualmente la relación entre los fenómenos físicos y psíquicos, tratando de desentrañar la eterna incógnita que encierra la naturaleza del alma.
Sus trabajos inspirados en la unidad de los procesos que condicionan la vida, lo llevan a concusiones interesantísimas, que, aunque superadas hoy día, constituyen un punto de partida para el estudio sistemático referente a esta materia.
En su aspecto ético, la filosofía de Schneider es optimista y constructiva. Las concepciones teóricas y especulativas del hombre, deben ser base de su vida práctica, puesto que es el hombre mismo quién condiciona el desarrollo de la vida. La responsabilidad del hombre es grande. Debe afrontar constantemente la revisión de sus hábitos y obtener de este análisis la continuación de su marcha progresista. El deber nos lleva a la felicidad que consiste esencialmente en la elevación de las manifestaciones de la vida.
El género humano se perfecciona a base de esta vigilancia del espíritu sobre sí mismo, que le permite evitar la rutina y ennoblecerse y luego, verse.
Resumiendo el sentido de su filosofía, dice don Guillermo Mann:
“Estudiando las obras de Jorge Enrique Schneider, se obtiene la impresión de que el autor ha sido un hombre eminentemente activo. En todas partes se siente que no sólo un interés teórico, el instinto del sabio, lo ha conducido a la filosofía, que su ideal no era la investigación por amor al mero conocimiento, sino que la base, el centro y el fin aspirado eran prácticos y se resumía en la felicidad del hombre”
“Por su filosofía quería intervenir en la vida”[1]
Las ideas pedagógicas de Schneider concuerdan perfectamente con su concepción filosófica.
Para él la Pedagogía no podía consistir en la mera esquematización de fórmulas teóricas para enseñar. Debía ser ésta, una ciencia basada en el correcto conocimiento del niño como realidad psíquica y como individualidad actuante.
El alumno llega a la escuela en plena actividad mental y en busca de directivas reales para el progreso del espíritu. Reclama vida y requiere comprensión de su inquietud.
De ese bagaje espiritual, propio del niño, deberá tomar el maestro las bases para hacerle descubrir su personalidad y constituir un elemento valioso y capaz de contribuir con éxito al progreso social.
La idea de Schneider al hacerse cargo de su cátedra en el Instituto Pedagógico fue la de construir una corriente educacional inspirada en los principios de la actividad. El se rebelaba contra todo lo que constituía formulismo o exagerada teorización. Por esta razón no podía concebir un curso de Pedagogía, destinado a los profesores secundarios, que quedara encuadrado en los marcos estrechos que alcanza una clase teórica.
El maestro secundario, sólo podría aprender a enseñar si adquiría su método junto a la realidad de un curso en acción.
En el artículo 14 del Plan de Estudios del Instituto Pedagógico, que se refiere a la cátedra de Pedagogía, hizo incluir como parte integrante del tercer año de estudios las lecciones prácticas como un complemento necesario de las clases teóricas de los primeros años[2].
El aspirante al profesorado debía ponerse en contacto directo con la realidad que iba a encontrar en los liceos en que deberá ejercer el magisterio. Debía observar las clases y tomar el curso cuando el profesor lo creyera oportuno.
Cabe decir que se dio al Dr. Schneider la idea de que los alumnos del Pedagógico asistieran a clases del Instituto Nacional, pero esta idea fue desechada.
El Dr. Schneider apreciaba en todo su valer la importancia de la reforma del sistema educacional chileno y creía conveniente que la nueva generación de profesores se compenetrara en forma absoluta de los nuevos métodos haciendo la práctica en un establecimiento donde se controlara totalmente la realización de la clase a la manera científica moderna.
Consideraba como algo indispensable para el correcto conocimiento de la pedagogía en sí misma, la creación de un liceo de aplicación práctica, anexo al Instituto Pedagógico. Así lo hizo ver desde la iniciación de las clases de dicho Instituto. Formalizó esta petición en Consejo de Profesores del 10 de Octubre de 1890 y fue encargado de redactar un proyecto sobre esta materia. El Dr. Federico Johow, Director, entonces, del Instituto Pedagógico, acogió la idea con entusiasmo y realizó todos los trámites para llevarla a la práctica.
Propuso al Ministro de Instrucción Pública invertir en esa fundación una parte de los fondos que se destinaban para útiles de enseñanza; pero, suprimido ese ítem, en 1981, no fue posible hacer nada ese año a favor de la idea del Dr. Schneider.
Más, el profesor de Pedagogía, no era hombre que dejara abandonada una idea al presentársele dificultades e insistió con ejemplar perseverancia en su proyecto. Hizo ver, además, que en 1892 el primer curso del Instituto Pedagógico alcanzará el final de su preparación y que en toda la obra realizada adolecería de un grave defecto, al no incluirse en sus estudios el aspecto práctico de la enseñanza. Como la principal dificultad era de carácter económico, ideo la manera para que la realización de su proyecto no resultara oneroso para el Estado. Propuso entonces que se abriera un solo curso de aplicación con un solo año de humanidades. Los alumnos matriculados en este curso continuarían hasta completar sus estudios sin crearse otros. De esta manera los jóvenes podrían ser atendidos sin necesidad de costosas instalaciones y sin tener que contratar personal, puesto que las clases serían servidas por profesores del Pedagógico en demostraciones prácticas, complemento obligado de sus funciones, y por alumnos del tercer año controlados por el profesor de Pedagogía.
Presentadas estas ideas al Rector de la Universidad por el Director del Pedagógico fueron ellas sometidas a la consideración del Consejo de Instrucción Pública. Este organismo les prestó su aprobación y en sesión de 14 de Diciembre de 1981 se aprobó la iniciación de un curso de aplicación práctica, anexo al Instituto Pedagógico, que debería iniciar sus actividades en el año 1892.
La idea del Dr. Schneider habría sido, desde un principio, como ya se ha dicho, la de crear un liceo completo, y solo ante la situación económica del Estado cedió para crear un solo curso. Sin embargo, en su opinión, para poder responder del buen éxito de la obra era necesario que se le diera las atribuciones e independencia correspondientes a la de un rector. Lo hizo ver así al Director del Instituto Pedagógico, pero esto sólo pudo prometer buenamente darle toda clase de facilidades para el desempeño de su cargo. No contento con esto el Dr. Schneider planteo el problema en una sesión especial del Consejo de Profesores del Instituto Pedagógico.
La cuestión hubo de ser resuelta, por último, por el Rector de la Universidad, el cual declaró en oficio de 18 de Marzo de 1892 dirigido al Director de Instituto Pedagógico. :
“A fin de disipar cualquier duda acerca del carácter que tiene el curso de aplicación del Instituto Pedagógico, creo conveniente advertir a Ud que dicho curso anexo al establecimiento que Ud dirige, se halla en lo relativo a disciplina i réjimen interno sometido a la dirección de UD.- Dios guarde a Ud.-
Joaquín Aguirre.”
De este mismo parecer fue, también, el Ministro de Instrucción Pública, de modo que hubo que contentarse el Dr. Schneider con dirigir el curso, como una obligación de su clase de Pedagogía.
Es necesario dejar constancia que el Dr. Johow dio entero cumplimiento a su palabra en lo relativo a la independencia, de que debía gozar el jefe del curso y colaboró con el cuanto le fue posible. Si no apoyó la idea del Dr. Schneider para constituirse de inmediato en rector, fue ello en atención a las dificultades administrativas que traería consigo tal nombramiento, dificultase que habrían podido poner en peligro la realización misma del proyecto del curso de aplicación.
En estas circunstancias, al Dr. Jorge Enrique Schneider procedió a abrir la matrícula del curso.
Seleccionó a los alumnos con sumo cuidado, vista la importancia pedagógica que habría de tener el funcionamiento del curso. Se informó ampliamente acerca de la preparación general que correspondía a un alumno del primer año de humanidades. Tomó como base las informaciones sobre el nivel de los alumnos en el Instituto Nacional y en el Liceo de Valparaíso. Llegó al fin a la conclusión de que todos los alumnos matriculados, menos uno, sólo podrían realizar con éxito los estudios correspondientes al tercer año preparatoria (último curso preparatorio en aquellos años), por lo que se decidió que el plan que debiera seguirse correspondiera a dicho curso. Informó de ello a los padres y al Director del Pedagógico, sin encontrar dificultades. La sola excepción con relación al plan general, fue la inclusión de la enseñanza de francés.
El curso, que contó con 16 alumnos empezó a funcionar el 28 de Marzo de 1892.
En cuanto al local, se habilitó para su funcionamiento, el salón de la casa de la calle Manuel Rodríguez Nº 54, Esta casa, de propiedad de doña Eudocia Herrera de Sazié, era arrendada por el Fisco para proporcionar habitación a los profesores alemanes solteros contratados por el Pedagógico. Vivían por lo tanto, en aquella misma casa Federico Hanssen, Jorge Enrique Schneider y Hans Steffen. Fuera de las piezas ocupadas por estos profesores, quedaba, como ya se ha dicho, un salón que sirvió para la sala de clases.
En aquella pieza de 6 metros de largo por 4,50 de ancho se habían de dictar las primeras clases del que hoy es una de los más importantes Liceos de la República.
En esa sala considerada pequeña y defectuosa por Schneider y sus colegas, habían de hacer sus primeras armas los alumnos del primer curso del Pedagógico que, al repartirse más tarde, por todos los liceos del país, llevarían consigo las nuevas tendencias, los nuevos métodos y el nuevo espíritu de la enseñanza secundaria chilena.
El maestro de Pedagogía, que fundamentaba su enseñanza en una filosofía basada, como algo indispensable, en la experiencia, no desmayó ante las dificultades materiales y con el ahínco propio del apóstol de una buena causa, inició la enseñanza de esos primeros dieciséis muchachos que, entre asustados y curiosos contemplaban a aquel alemán rígido en sus maneras, pero profundamente bondadoso en sus actos e ideas. El aspecto severo y adusto de hombre autoritario, enmarcado en oscura barba, se traicionaba sin embargo, en sus ojos vivaces y compasivos, que parecían esconderse detrás de sus lentes, para ocultar la bondad de alma, que formaba la verdadera personalidad del maestro.
Ref.: Cincuenta años de vida del Liceo de Aplicación.
Los primeros esfuerzos para la creación del Liceo de Aplicación se deben al Dr. Jorge Schneider. El Dr. Schneider había sido contratado para dictar en el Instituto Pedagógico, recién fundado, las cátedras de Filosofía y Pedagogía.
Antes de venir a Chile se había distinguido en Europa por sus estudios científicos y filosóficos y gozaba de un bien ganado renombre en los principales centros culturales del Viejo Continente. Dotado de una inteligencia amplia y serena, sus estudios poseían la solidez y originalidad del verdadero investigador. Su erudición y al mismo tiempo, el intenso empleo del método experimental le daban el prestigio de un hombre de ciencia de verdad. Sus investigaciones acerca de la voluntad animal habían sido reconocidas en los círculos científicos como aportes originales y novedosos de la ciencia filosófica. Hombres eminentes de su época como Wundt, Ribot, Preyer, Haeckel, veían en sus obras un aporte decisivo en el progreso de la filosofía científica.
Entre el gran número de obras publicadas por Schneider, cabe destacar los que alcanzaron mayor difusión. Ellos son “La voluntad animal”, Leipzig 1880; “La voluntad humana”, Berlín 1882; y “Placer y dolor del género humano”, Stuttgart 1883.
En sus obras hizo un amplio empleo del método empírico de la filosofía. Desechaba todo aquello que constituye mera reflexión especulativa y trataba de construir por medio del estudio detenido de la realidad material, la base de las afirmaciones fundamentales del espíritu.
Con un completo conocimiento de la teoría de la evolución, aspira a establecer los grados del desarrollo psíquico mediante el empleo del método comparativo aplicado a la consideración de los fenómenos mentales de los seres inferiores y superiores. Le preocupó igualmente la relación entre los fenómenos físicos y psíquicos, tratando de desentrañar la eterna incógnita que encierra la naturaleza del alma.
Sus trabajos inspirados en la unidad de los procesos que condicionan la vida, lo llevan a concusiones interesantísimas, que, aunque superadas hoy día, constituyen un punto de partida para el estudio sistemático referente a esta materia.
En su aspecto ético, la filosofía de Schneider es optimista y constructiva. Las concepciones teóricas y especulativas del hombre, deben ser base de su vida práctica, puesto que es el hombre mismo quién condiciona el desarrollo de la vida. La responsabilidad del hombre es grande. Debe afrontar constantemente la revisión de sus hábitos y obtener de este análisis la continuación de su marcha progresista. El deber nos lleva a la felicidad que consiste esencialmente en la elevación de las manifestaciones de la vida.
El género humano se perfecciona a base de esta vigilancia del espíritu sobre sí mismo, que le permite evitar la rutina y ennoblecerse y luego, verse.
Resumiendo el sentido de su filosofía, dice don Guillermo Mann:
“Estudiando las obras de Jorge Enrique Schneider, se obtiene la impresión de que el autor ha sido un hombre eminentemente activo. En todas partes se siente que no sólo un interés teórico, el instinto del sabio, lo ha conducido a la filosofía, que su ideal no era la investigación por amor al mero conocimiento, sino que la base, el centro y el fin aspirado eran prácticos y se resumía en la felicidad del hombre”
“Por su filosofía quería intervenir en la vida”[1]
Las ideas pedagógicas de Schneider concuerdan perfectamente con su concepción filosófica.
Para él la Pedagogía no podía consistir en la mera esquematización de fórmulas teóricas para enseñar. Debía ser ésta, una ciencia basada en el correcto conocimiento del niño como realidad psíquica y como individualidad actuante.
El alumno llega a la escuela en plena actividad mental y en busca de directivas reales para el progreso del espíritu. Reclama vida y requiere comprensión de su inquietud.
De ese bagaje espiritual, propio del niño, deberá tomar el maestro las bases para hacerle descubrir su personalidad y constituir un elemento valioso y capaz de contribuir con éxito al progreso social.
La idea de Schneider al hacerse cargo de su cátedra en el Instituto Pedagógico fue la de construir una corriente educacional inspirada en los principios de la actividad. El se rebelaba contra todo lo que constituía formulismo o exagerada teorización. Por esta razón no podía concebir un curso de Pedagogía, destinado a los profesores secundarios, que quedara encuadrado en los marcos estrechos que alcanza una clase teórica.
El maestro secundario, sólo podría aprender a enseñar si adquiría su método junto a la realidad de un curso en acción.
En el artículo 14 del Plan de Estudios del Instituto Pedagógico, que se refiere a la cátedra de Pedagogía, hizo incluir como parte integrante del tercer año de estudios las lecciones prácticas como un complemento necesario de las clases teóricas de los primeros años[2].
El aspirante al profesorado debía ponerse en contacto directo con la realidad que iba a encontrar en los liceos en que deberá ejercer el magisterio. Debía observar las clases y tomar el curso cuando el profesor lo creyera oportuno.
Cabe decir que se dio al Dr. Schneider la idea de que los alumnos del Pedagógico asistieran a clases del Instituto Nacional, pero esta idea fue desechada.
El Dr. Schneider apreciaba en todo su valer la importancia de la reforma del sistema educacional chileno y creía conveniente que la nueva generación de profesores se compenetrara en forma absoluta de los nuevos métodos haciendo la práctica en un establecimiento donde se controlara totalmente la realización de la clase a la manera científica moderna.
Consideraba como algo indispensable para el correcto conocimiento de la pedagogía en sí misma, la creación de un liceo de aplicación práctica, anexo al Instituto Pedagógico. Así lo hizo ver desde la iniciación de las clases de dicho Instituto. Formalizó esta petición en Consejo de Profesores del 10 de Octubre de 1890 y fue encargado de redactar un proyecto sobre esta materia. El Dr. Federico Johow, Director, entonces, del Instituto Pedagógico, acogió la idea con entusiasmo y realizó todos los trámites para llevarla a la práctica.
Propuso al Ministro de Instrucción Pública invertir en esa fundación una parte de los fondos que se destinaban para útiles de enseñanza; pero, suprimido ese ítem, en 1981, no fue posible hacer nada ese año a favor de la idea del Dr. Schneider.
Más, el profesor de Pedagogía, no era hombre que dejara abandonada una idea al presentársele dificultades e insistió con ejemplar perseverancia en su proyecto. Hizo ver, además, que en 1892 el primer curso del Instituto Pedagógico alcanzará el final de su preparación y que en toda la obra realizada adolecería de un grave defecto, al no incluirse en sus estudios el aspecto práctico de la enseñanza. Como la principal dificultad era de carácter económico, ideo la manera para que la realización de su proyecto no resultara oneroso para el Estado. Propuso entonces que se abriera un solo curso de aplicación con un solo año de humanidades. Los alumnos matriculados en este curso continuarían hasta completar sus estudios sin crearse otros. De esta manera los jóvenes podrían ser atendidos sin necesidad de costosas instalaciones y sin tener que contratar personal, puesto que las clases serían servidas por profesores del Pedagógico en demostraciones prácticas, complemento obligado de sus funciones, y por alumnos del tercer año controlados por el profesor de Pedagogía.
Presentadas estas ideas al Rector de la Universidad por el Director del Pedagógico fueron ellas sometidas a la consideración del Consejo de Instrucción Pública. Este organismo les prestó su aprobación y en sesión de 14 de Diciembre de 1981 se aprobó la iniciación de un curso de aplicación práctica, anexo al Instituto Pedagógico, que debería iniciar sus actividades en el año 1892.
La idea del Dr. Schneider habría sido, desde un principio, como ya se ha dicho, la de crear un liceo completo, y solo ante la situación económica del Estado cedió para crear un solo curso. Sin embargo, en su opinión, para poder responder del buen éxito de la obra era necesario que se le diera las atribuciones e independencia correspondientes a la de un rector. Lo hizo ver así al Director del Instituto Pedagógico, pero esto sólo pudo prometer buenamente darle toda clase de facilidades para el desempeño de su cargo. No contento con esto el Dr. Schneider planteo el problema en una sesión especial del Consejo de Profesores del Instituto Pedagógico.
La cuestión hubo de ser resuelta, por último, por el Rector de la Universidad, el cual declaró en oficio de 18 de Marzo de 1892 dirigido al Director de Instituto Pedagógico. :
“A fin de disipar cualquier duda acerca del carácter que tiene el curso de aplicación del Instituto Pedagógico, creo conveniente advertir a Ud que dicho curso anexo al establecimiento que Ud dirige, se halla en lo relativo a disciplina i réjimen interno sometido a la dirección de UD.- Dios guarde a Ud.-
Joaquín Aguirre.”
De este mismo parecer fue, también, el Ministro de Instrucción Pública, de modo que hubo que contentarse el Dr. Schneider con dirigir el curso, como una obligación de su clase de Pedagogía.
Es necesario dejar constancia que el Dr. Johow dio entero cumplimiento a su palabra en lo relativo a la independencia, de que debía gozar el jefe del curso y colaboró con el cuanto le fue posible. Si no apoyó la idea del Dr. Schneider para constituirse de inmediato en rector, fue ello en atención a las dificultades administrativas que traería consigo tal nombramiento, dificultase que habrían podido poner en peligro la realización misma del proyecto del curso de aplicación.
En estas circunstancias, al Dr. Jorge Enrique Schneider procedió a abrir la matrícula del curso.
Seleccionó a los alumnos con sumo cuidado, vista la importancia pedagógica que habría de tener el funcionamiento del curso. Se informó ampliamente acerca de la preparación general que correspondía a un alumno del primer año de humanidades. Tomó como base las informaciones sobre el nivel de los alumnos en el Instituto Nacional y en el Liceo de Valparaíso. Llegó al fin a la conclusión de que todos los alumnos matriculados, menos uno, sólo podrían realizar con éxito los estudios correspondientes al tercer año preparatoria (último curso preparatorio en aquellos años), por lo que se decidió que el plan que debiera seguirse correspondiera a dicho curso. Informó de ello a los padres y al Director del Pedagógico, sin encontrar dificultades. La sola excepción con relación al plan general, fue la inclusión de la enseñanza de francés.
El curso, que contó con 16 alumnos empezó a funcionar el 28 de Marzo de 1892.
En cuanto al local, se habilitó para su funcionamiento, el salón de la casa de la calle Manuel Rodríguez Nº 54, Esta casa, de propiedad de doña Eudocia Herrera de Sazié, era arrendada por el Fisco para proporcionar habitación a los profesores alemanes solteros contratados por el Pedagógico. Vivían por lo tanto, en aquella misma casa Federico Hanssen, Jorge Enrique Schneider y Hans Steffen. Fuera de las piezas ocupadas por estos profesores, quedaba, como ya se ha dicho, un salón que sirvió para la sala de clases.
En aquella pieza de 6 metros de largo por 4,50 de ancho se habían de dictar las primeras clases del que hoy es una de los más importantes Liceos de la República.
En esa sala considerada pequeña y defectuosa por Schneider y sus colegas, habían de hacer sus primeras armas los alumnos del primer curso del Pedagógico que, al repartirse más tarde, por todos los liceos del país, llevarían consigo las nuevas tendencias, los nuevos métodos y el nuevo espíritu de la enseñanza secundaria chilena.
El maestro de Pedagogía, que fundamentaba su enseñanza en una filosofía basada, como algo indispensable, en la experiencia, no desmayó ante las dificultades materiales y con el ahínco propio del apóstol de una buena causa, inició la enseñanza de esos primeros dieciséis muchachos que, entre asustados y curiosos contemplaban a aquel alemán rígido en sus maneras, pero profundamente bondadoso en sus actos e ideas. El aspecto severo y adusto de hombre autoritario, enmarcado en oscura barba, se traicionaba sin embargo, en sus ojos vivaces y compasivos, que parecían esconderse detrás de sus lentes, para ocultar la bondad de alma, que formaba la verdadera personalidad del maestro.
Ref.: Cincuenta años de vida del Liceo de Aplicación.
1892 – 1942. Francisco Salazar – José Navarro.
[1] Wilhem Mann: Jorge Enrique Schneider. Su acción en el progreso de la Filosofía . Discurso pronunciado en la sesión inaugural del “Centro de Ex – Alumnos del Liceo de Aplicación”, el 29 de Julio de 1905. Santiago Chile, Imp. Cervantes, 1905.
[2] El Plan de Estudios estableció:
Art. 14.- El programa de la Pedagogía comprenderá:
Primer año: Antropología, es decir, fisiología de los sentidos.
Psicología Experimental. Teoría sobre el desarrollo individual. Metodología de la enseñanza.
Segundo Año: Historia de la Pedagogía.
Tercer Año: Pedagogía de las escuelas secundarias. Lecciones prácticas.
[1] Wilhem Mann: Jorge Enrique Schneider. Su acción en el progreso de la Filosofía . Discurso pronunciado en la sesión inaugural del “Centro de Ex – Alumnos del Liceo de Aplicación”, el 29 de Julio de 1905. Santiago Chile, Imp. Cervantes, 1905.
[2] El Plan de Estudios estableció:
Art. 14.- El programa de la Pedagogía comprenderá:
Primer año: Antropología, es decir, fisiología de los sentidos.
Psicología Experimental. Teoría sobre el desarrollo individual. Metodología de la enseñanza.
Segundo Año: Historia de la Pedagogía.
Tercer Año: Pedagogía de las escuelas secundarias. Lecciones prácticas.
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