En 1903 el Ministro de Chile en Alemania, don Francisco Antonio Pinto, por encargo del Gobierno contrató los servicios del doctor en Filosofía de la Universidad de Frankfurt, don Guillermo Mann Oldermann. En el artículo 1º del contrato establece:
“El doctor Mann se compromete a trasladarse a Chile para desempeñar la clase de Pedagogía, Psicología y Lógica en el Instituto Pedagógico de Santiago. El Dr. Mann se compromete a desempeñar también el puesto de Rector del Liceo de Aplicación en el caso de que el Consejo de Instrucción Pública lo designe para ese puesto”
De acuerdo con esta disposición, el Ministro de Instrucción Pública decretó el nombramiento del Dr. Mann para el cargo de Rector del Liceo de Aplicación, con fecha 22 de Diciembre de 1903.
Legó el Dr. Mann muy joven a Chile y tomó con todo entusiasmo las labores que el Supremo Gobierno le encomendó. Representaba las más modernas teorías pedagógicas imperantes, entonces en Europa, y el Liceo, cuya dirección se le confiaba, iba a ser para él un campo excelente para aplicar las nuevas tendencias.
El Dr. Mann sostenía que había que conseguir un verdadero realismo de la educación. Podríamos decir un naturalismo de la práctica pedagógica. Para eso era necesario conseguir que el alumno entrara, en cuanto fuera posible, en contacto directo con la realidad, que debe aprender a conocer, ya que forma en el fondo la materia de su estudio.
No solo un cambio metodológico de la enseñanza proponía el Dr. Mann, además, una elevación del nivel moral de la educación. La pedagogía, por él representada, creía en la consecución de tal aspecto como una consecuencia del planteamiento general de la actitud del alumno en el trabajo escolar, lo induzca a una mejor disciplina, conseguida como un resultado de su incorporación a los intereses reales de la escuela.
De acuerdo con esto, la disciplina debe ser conseguida como un producto de la actividad misma escolar. La autodisciplina es un ideal que está próximo a ser alcanzado, si se ha sabido guiar el trabajo escolar dentro de las normas de la apreciación de las materias, de acuerdo con el grado de desarrollo del niño.
“El cumplimiento concienzudo de los reglamentos que rigen la actividad o las circunstancias materiales del colegio, la subordinación del individuo a los intereses de la colectividad, las relaciones de ayuda mutua y de amistad entre los compañeros, la apreciación justa de los alumnos, basadas únicamente sobre las cualidades internas de su personalidad, y, más que todo, una atmósfera de confianza en que el educador representa para los jóvenes el consejero paternal y el modelo que tratan de igualar; tales son los factores que desarrollan en la escuela un espíritu verdaderamente educativo.
Influencias morales de esta clase, fluyen de un modo directo del trabajo ordinario y de la vida práctica del educando, modelan, sin duda, vigorosamente la personalidad más que enseñanzas de ídole teórica”
Sobre estos principios que, como ya hemos dicho caían en excelente terreno, basó el Dr. Mann la labor educativa que debía desarrollar en el Liceo de Aplicación durante su rectorado.
Encontró en el profesorado, excelentes colaboradores, que siempre dispuestos al progreso de la enseñanza, recogieron la teoría del distinguido maestro alemán y la aplicaron concienzudamente a la realidad del niño chileno. El Liceo continuó su esfuerzo para ponerse en el grado de adelanto pedagógico que de él se exigía y, puede decirse que, durante esta época, la marcha hacia la consecución de una pedagogía nacional, recibió en el Liceo de Aplicación, uno de sus más vigorosos impulsos.
Ref.: Cincuenta Años de Vida del Liceo de Aplicación 1892 – 1942 . Francisco Salazar – José Navarro.
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